viernes, 16 de mayo de 2008

Contadores y archivistas del terror

Cuando me incorporé a la guerrilla, la principal indicación era no andar con ningún papelito con nombres, direcciones, números de teléfono. No sólo en la clandestinidad de San Salvador uno no podía andar papeles, tampoco en las montañas de Morazán o en viajes al exterior. Nunca. Mucho menos andar coleccionando apuntes sobre reuniones, debates, contactos.

Me pregunto: ¿Qué guerrilleros más extraños los de las FARC que andan todo el expediente de su carrera conspirativa en sus laptops o memorias UPS? Bueno, son los mismos guerrilleros, sobre los cuales Teodoro Pettkov, veterano de la guerrilla venezolana de los años 70, se preguntaba, viendo las fotos del campamento destruido de Raúl Reyes: ¿Adonde se han visto guerrilleros que mueren en pijamas?

Bueno, son los mismos que andan celulares satelitales laptops con los secretos conspirativos. Los mismos que despachan en sus campamentos como si fueran oficinas de partido.

La cosa es que no son guerrilleros. La mentalidad que los hace llevar la contabilidad de todos sus contactos no es la mentalidad de un guerrillero, sino de los aparatos burocráticos comunistas.

Me recuerdo de las imágenes de los activistas del movimiento ciudadano opositor tomando control del cuartel general de la Seguridad de Estado (Stasi) de Alemania Oriental. Encontraron un edificio de seis pisos repleto de archivos, fólderes, informes. La contabilidad impecable de la autocracia, del control del Estado sobre sus ciudadanos. Cada detalle de cada observación de cada ciudadano - registrado, sellado, firmado, archivado para a saber qué uso.

Se tuvo que promulgar una ley que permitía a cada ciudadano ver “su” archivo. Yo ni siquiera era ciudadano de esta república de orejas, pero hubo un archivo mío donde encontré miles de datos, todos totalmente irrelevantes: con quién había ido al cine para ver qué película; los títulos de los libros que había sacado de la biblioteca universitaria; fotos de mis novias, conversaciones sobre teatro y deporte... Bueno, algunos datos muy relevantes: los nombres de mos amigos, colegas, compañeros que habían reportado toda esta basura a la Stasi...

Tan era el volumen de los archivos que, cuando cayó el régimen, no tenían capacidad de destruirlos. Y el régimen no cayó de la mañana a la noche. Tenían semanas enteras - y no lograron deshacerse de sus archivos. Cayeron en manos del “enemigo” –y de la opinión pública- los nombres de las orejas, de los espías, de los infiltrados en el gobierno de la otra Alemania, de las sumas pagadas por servir de orejas...

Si alguien me hubiera contado de estos archivos, yo hubiera dicho, con toda convicción, que era mentira, fabricación, campaña negra. Pero los fui a ver, así como lo hicieron millones de alemanes. Y todos nos convencimos que los tales archivos no eran producto de las fabricaciones imperialistas, sino producto de la enfermiza mentalidad burocrática de hombres y mujeres que se llamaron revolucionarios.

Los archivos de Raúl Reyes me dieron exactamente la misma sensación. Son auténticos. Es auténtica la mentalidad de los burócratas del terror de coleccionar datos, archivar cartas, dormir en pijamas, jugar ajedrez con las vidas de sus rehenes encadenados, documentar toda la información sobre enemigos y amigos y compañeros. Información sobre personas es poder. Todo esto parece una locura, pero es coherente. No con una guerrilla, ni con un movimiento revolucionario, pero sí con lo que son las FARC: una empresa política-mafiosa.

Esta empresa –por cierto multinacional- no es sujeto de solidaridad. La izquierda salvadoreña, que durante la guerra ha gozado de un enorme y merecido apoyo solidario de parte de las izquierdas de todo el mundo, no tiene porque repagar esta deuda a las FARC. Sería un grave error. Sobe todo cuando es sólo una minoría, aunque poderosa, en el FMLN que tiene coincidencias ideológicas y negocios con las FARC. El resto, la gran mayoría, no tiene nada que ver con las FARC. No les deben nada. Sobre todo los guerrilleros salvadoreños que nunca han caído en la tentación de usar actos terroristas y que han sabido hacer la paz con igual determinación que la guerra. No puede ser que la izquierda salvadoreña esté obligada de pagar los platos rotos de unos cuantos dirigentes aliados con las FARC. Ni de otros “dirigentes” que no se atreven a desmarcarse de las FARC y sus infiltrados.

(Publicado en El Diario de Hoy, Observatorio Electoral)