viernes, 23 de mayo de 2008

Resistencia contra la contaminación electoral

Al ministro de Turismo, Rubén Rochi, se le acabó la paciencia. Tenía ratos de proponer a los partidos, empezando con el gobernante, que dejen de hacer el país más feo de lo que ya es. O sea, que dejen de ensuciar los postes, los puentes, las cunetas, las autopistas con mares de rojo y azul. Que suspendan la pinta y pega.

Como ministro de Turismo, él tiene la tarea de vender a El Salvador como destino turístico, a pesar de los obstáculos: delincuencia, suciedad de las carreteras, playas que parecen basureros. Tarea suficiente difícil sin que le agreguen la contaminación electoral. Entonces, el ministro, ejerciendo su responsabilidad sobre la imagen del país y tratando de aplicar la idea de un gobierno con sentido común, propone un pacto entre los partidos de suspender esta práctica primitiva --y además ineficiente-- de la propaganda política. Nadie le hace caso. Por lo contrario: Su propio partido, la gobernante Alianza Republicana Nacionalista, manda a pintar los postes en frente del ministerio.

El ministro manda a despintar los postes. El partido de gobierno vuelve a pintarlos de sus colores. Un mensaje al señor ministro: Aquí manda la calle. Aquí el partido marca terreno, así como lo hace la MS (o la 18, dependiendo a cuál mara contrataron esta vez para sus acciones nocturnas...).

Siguiente paso: El señor ministro contacta a un colegio y le plantea un proyecto de resistencia ciudadana: En vez de sólo despintar los postes, embellezcamos los postes con dibujos infantiles. Tal vez los vándalos respetan la expresión de los niños. Y para movilizar la opinión pública, convoca una conferencia de prensa para presentar sus postes liberados de la contaminación electoral y para volver a hacer el llamado a los partidos a suspender esta forma de vandalismo.
La sorpresa del ministro: silencio, cero eco. El tema no pega. Nadie le hace caso, ni en el gobierno, ni en su partido, ni en los demás partidos. Ni en la ciudadanía, porque ni siquiera se da cuenta...

Este observador electoral ofrece este espacio de opinión como caja de resonancia para la loable iniciativa del ministro. Convirtamos esto en una campaña de resistencia contra la contaminación electoral. ¿Cómo? Muy fácil: Sigamos el ejemplo del ministro. Que cada uno --cada ministerio, banco, negocio, fábrica, casa, alcaldía-- adopte los dos o tres postes que tiene en frente. Que cada poste envilecido de noche por los comandos urbanos de los partidos amanezca pintado de blanco o con dibujos infantiles o artísticos, dependiendo de las posibilidades de cada uno. ¿Cuánto nos cuesta? Una pizca de responsabilidad, otra de valentía ciudadana, y una cubeta de pintura... Nada se consigue de choto, mucho menos un país digno.

Tal vez así los autoridades competentes --alcaldías, ministerios, Concultura, policía-- y los partidos se den cuenta que la población rechaza esta barbaridad. Tal vez así los partidos se convencen que, para ganar votos, mejor se dediquen a despintar los colores partidarios en vez de ponerlos. ¿Será tan utópica la idea que algún día, ojala en esta campaña, un partido inteligente ponga a sus activistas a limpiar las ciudades, puentes, carreteras en vez de ensuciarlos? A la luz del día y poniendo la cara... Muchos votarían por este partido.