domingo, 4 de mayo de 2008

Voces del pasado

En estos días, la dirección de ARENA publicó un comunicado que comienza así: “ARENA, su Presidente y candidato a la presidencia de la República, Ingeniero Rodrigo Ávila, reconoce y respalda el liderazgo del Presidente Saca ante la grave crisis mundial generada por los altos precios del petróleo y los alimentos...”

Ya no hay que seguir leyendo para darse cuenta que andan perdidos. En algún momento, ARENA tiene que darse cuenta que el que tiene que ganar las próximas elecciones es Rodrigo Ávila, no Antonio Elías Saca. No sólo porque no hay reelección presidencial en El Salvador; no sólo porque en la papeleta aparecerá el nombre del candidato, no del presidente saliente; sino sobre todo porque Elías Antonio Saca, aunque tuviera la oportunidad de reelegirse, perdería. La gente ya ha decidido que quiere cambio. Y si no lo puede producir ARENA, lo producirá el FMLN.

Este es el hecho básico que tienen que aceptar. Este tiene que ser punto de partida para la elaboración de la estrategia, del programa de gobierno, de la campaña, pero también --y sobre todo—de la manera de terminar su tarea de gobernar en este año preelectoral.

Si tuvieran claro esto, el comunicado hubiera arrancada así: “El nuevo Consejo Ejecutivo Nacional de ARENA, bajo el liderazgo de nuestro candidato a la presidencia, Rodrigo Ávila, ante la grave crisis generada por los altos precios del petróleo y los alimentos, ha planteado al presidente de la República, Elías Antonio Saca, y su gobierno la necesidad de tomar medidas responsables y concretas para enfrentar esta crisis...”

La interrogante que todo el mundo se hace no es si el liderazgo del actual presidente goza del reconocimiento y respaldo de su partido y su candidato. El liderazgo que necesita respaldo y reconocimiento es el del candidato. Rodrigo Ávila tiene que mostrar que es él quien toma las iniciativas, quien introduce una manera nueva de hacer política, quien es capaz de construir consensos para formular políticas públicas. Tienen que hacer visible, detrás de iniciativas como la de formar la comisión de sabios para analizar las políticas sociales y económicas, la voluntad al cambio y la concertación de Rodrigo Ávila como nuevo presidente del partido.

Si esta voluntad no se proyecta con claridad y fuerza, es probable --e incluso necesario-- que ARENA pierda, aunque el Frente no está preparado para gobernar, aunque el país y sus instituciones no han sido suficientemente fortalecidos y democratizados para poder asegurar la institucionalidad gobierne quien gobierne.

Lo primero que tendrá que hacer Ávila, antes de proponerse a cambiar al gobierno y al país, es cambiar su propio partido. Asegurarse que en los comunicados oficiales de ARENA se expresen la visión y la voluntad de Rodrigo Ávila. Antes de querer conquistar el futuro, Rodrigo Ávila tiene que poner punto final a lo que desde el pasado hace estorbo al futuro. Si quiere ser arquitecto de un “país justo”, Ávila no puede permitir que ARENA siga diciendo frases como esta, tomado del mismo comunicado del COENA: “..los salvadoreños deberían elegir entre los que han construido y los que han destruido. Entre los que han sido el conflicto y los que han sido la paz. Esa es la elección.”

Suena como si aquí la guerra hubiera sido entre un movimiento pacifista y otro violento. Suena como si la paz hubiera sido un decreto de ARENA y no un acuerdo entre todos. Aquí la guerra ha sido entre dos bandos que tenían capacidad y voluntad de destruir. Y aquí la paz ha sido construida entre todos que han tenido voluntad de dejar las armas y construir la democracia. Ha habido resistencias a la paz, la democracia y la institucionalidad desde la izquierda y desde la derecha.

Mientras el COENA ve el mundo así como se expresa en este comunicado, no se ve real el cambio que promete Ávila. Interesante simetría con el FMLN que sigue hablando en términos de la confrontación, mientras Mauricio Funes trata de convencer al resto de la sociedad que la izquierda ha cambiado.

Por eso sostengo mi tesis: Estas elecciones va a ganar el candidato que produce la percepción que puede cambiar su propio partido.


(Publicado en El Diario de Hoy, Observatorio Electoral)