Ayer nos alcanzaron dos noticias desde Washington: Obama anuncia reducción sanciones a Cuba. Y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, anuncia nuevas y más severas sanciones a Honduras.
No creo que esta contradicción se explica por diferencias entre los antiguos rivales en la carrera por la Casa Blanca. ¿Estarán jugando a policía bueno – policía mala con América Latina? Más bien: gringo bueno y gringa fea. El afro-americano Obama que entiende a los pobres del tercer mundo, y la señora blanca manteniendo el orden imperial.
Algo de esto hay: Cuba está siendo tratada mejor, y Honduras está siendo maltratada por Washington, y ambos cambios de actitud corresponden a un mismo fin táctico y coyuntural: mostrar a América Latina que el anunciado cambio de la política norteamericana hacía el hemisferio es real; que Obama está abandonando las prácticas de intervención e imposición.
Lo irónico es que este intento de Washington de lavarse la cara resulta totalmente injusto y hipócrita: ni se levanta el embargo a los cubanos ni se respeta el derecho a la autodeterminación a los hondureños.
Hay que dejar clara una cosa: Si digo que el doble juego que Obama y Clinton están haciendo con Cuba y Honduras es injusto y cínico, no es porque esté en desacuerdo que Washington empiece, al fin, a levantar algunas de las sanciones económicas a Cuba. Debería levantarlas todas.
Eso sí sería un cambio real. Sobre todo si al mismo tiempo, para que nadie en América Latina se confunda, asumieran una posición responsable y sincera frente a la crisis hondureña, sin abandonar y traicionar a los hondureños que en su gran mayoría han marcado la raya a la expansión del modelo chavista.
Es incomprensible que en Washington están pensando que, para mostrar que su política hemisférica ha cambiado, tienen que ser complacientes con el bloque del ALBA y su intento de asumir un rol hegemónico en Suramérica, Centroamérica y el Caribe.
Es irónico y cínico que, para desdibujar la imagen de los yanquis intervencionistas, recurren a intervenir en los asuntos internos de Honduras, precisamente en el momento en que este país tradicionalmente sumiso al liderazgo norteamericano está asumiendo enormes sacrificios humanos, sociales y económicos para evitar que en su país se establezca un régimen hostil a los Estados Unidos.
Si Washington en serio está decidido de abandonar el viejo y desgastado rol de gendarme continental, es obvio qué tiene que hacer: levantar el embargo a Cuba y dejar que los hondureños decidan libre y soberanamente, en elecciones, su destino. Nada de chantaje, nada de extorsión - ni sobre Cuba, ni sobre Honduras, ni sobre nadie. Punto.
No intervenir ni amenazar a los adversarios - y apoyar y nunca abandonar a los amigos. Esa sería una política clara y productiva. ¿O es demasiado simple esta regla para la sofisticada diplomacia imperial? La están aplicando a Venezuela y Colombia. Felicitaciones. No hay embargo contra Venezuela, y no hay retiro del apoyo a Colombia. Bien. ¿Por qué no se puede actuar así frente a Cuba y Honduras?
Negarles las visas a los estudiantes hondureños que se han ganado becas en universidades de Estados Unidos y retirarle a Honduras los fondos de la Cuenta del Milenio destinado al desarrollo, es una sinvergüenzada cínica y hipócrita de parte de una administración que ya no se atreve a asumir un liderazgo sano en el mundo.
(El Diario de Hoy, Observador)