miércoles, 9 de septiembre de 2009

La mayoría precaria de Funes

La falta de rumbo del gobierno Funes no se debe tanto, como muchos lo quieren explicar, a que el partido jala a un lado y el presidente a otro.

Eso también pasa, pero hay que reconocer que este problema lo tiene bastante bajo control el presidente: En general, el presidente se impone al partido. Hay un permanente (y, diría yo, normal) jaloneo por la repartición del poder y de los cargos, así como por decisiones políticas, pero se observan dos tendencias: una, que siempre cuando la pita está al punto de romper, alguien hace concesiones. Y segundo, que casi siempre es el partido que pierde el jaloneo...

La falta de rumbo, que observó correctamente Freddy Cristiani al hacer su balance de los primeros 100 días del gobierno, se debe a otro fenómeno que hasta ahora nadie ha analizado y que en una plática me detalló Manuel Hinds: El apoyo para Funes (ya en las elecciones y aún más marcadamente ahora) se compone de dos grupos con expectativas diferentes o incluso opuestas. Por una parte el bloque fuerte que apoya a Funes porque realmente quiere cambio. Este bloque incluye el voto duro del FMLN, de los ‘movimientos sociales’ vinculados el FMLN, y otros sectores de izquierda radical. Por otra parte un bloque nuevo, menos estructurado y cohesionado, de gente que NO quieren el cambio, por lo menos no el cambio que representa el Frente. Querían un cambio de gobierno, pero ven en Funes la garantía que NO haya cambio del modelo económico y del sistema político de democracia representativa.

Funes sólo pudo ganar con una plataforma bastante vaga, con una promesa del cambio muy general. Su bandera exitosa era: cambió sí, pero no tanto. Sólo pudo ganar porque logró sumar estos dos bloques, a pesar de las contradicciones y los conflictos programados en esta mayoría. La mayoría de Funes, aparte de estrecha, fue una mayoría que no estaba basada en un consenso sobre el rumbo, sino en lo contrario: la suma de expectativas opuestas.

Ya construir una mayoría electoral de este tipo era difícil, un admirable acto de acrobacia publicitaria que logró hacer el equipo de Funes. Pero cien veces más difícil, si no imposible, es gobernar con una mayoría de este tipo.

El hecho que a los 100 días, esta mayoría -la suma de los que quieren cambio y los que no quieren cambio- haya crecido (a un 70% que califica de positiva la gestión de Funes), significa que ha crecido el bloque de gente que ven el Funes el garante de que NO se hagan los cambios radicales que tiene en su agenda el FMLN. En cambio, una parte del primer bloque -la que presiona por cambios más radicales y rápidos- ya se ha convertido en oposición izquierdista al gobierno de Funes. Vea El Chaparral. Vea los sectores que insisten en la abolición de la amnistía para los protagonistas de la guerra civil...

Precisamente con este argumento –no dicho en público, pero sí de múltiples maneras en privado a empresarios, directores de medios, partidos de oposición, embajadas– el equipo cercano a Funes ha construido gobernabilidad: “¡Si quieren contener el rumbo que quiere dar al país el FMLN, apoyen a Funes!” Y mientras no muestra lo contrario, no les queda otra que hacerle caso a esta oferta...

Esta mayoría precaria -la suma de dos bloques que buscan rumbos opuestos- sigue sin desquebrajarse por una simple razón: No han realmente empezado a gobernar. Por lo menos las decisiones que pondrían a prueba de resistencia la convivencia pacífica de los dos bloques que apoyan a Funes, no se han tocado.

Este acto delicadísimo de balance no puede funcionar mucho tiempo, una vez que el gobierno tome decisiones, defina prioridades. Necesariamente partes de la suma de bloques se van a sentir defraudados, afectados, no tomadas en cuenta, etc.

Lo más probable es que el equipo estratégico de Funes –Hato Hasbún, Alex Segovia, las familias Cáceres y Salume– van a tratar de mantener el camino en medio, perdiendo apoyo de los dos lados: radicales de izquierda insatisfechos con la falta de cambios; y los moderados que esperaban más estabilidad, más aportes a un clima de inversiones y crecimiento.

Por el momento, lo que menos hay que esperar de este gobierno es un rumbo claro. Lo definirá cuando ya no haya sectores que se puede retener con ambigüedades y falta de definiciones. El presidente Obama está ahora en este punto. La gran mayoría seducida precisamente por la ambigüedad del concepto ‘cambio’, se ha esfumada. Hoy Obama tiene que gobernar con la mayoría demócrata que tiene.

La pregunta es: Al llegar a este punto, ¿qué mayoría le quedará a Funes? Y cuando tenga realmente que definir sus políticas, ¿cuál será el rumbo?

Teóricamente hay una fórmula política para salir del dilema: Declararse, sin ambigüedad, reformista. En vez de hablar de ‘el cambio’, definir claramente las reformas. Y definir la continuidad y estabilidad necesarias. En una palabra: declararse socialdemócrata. Pero, ¿con quién va a apoyarse en la Asamblea un gobierno que se declara socialdemócrata? No en el FMLN, que claramente se desmarca de la vía socialdemócrata...

(El Diario de Hoy/Observador)