lunes, 12 de abril de 2010

“Así matamos a monseñor” - ¿pero quién?

El siguiente artículo fue escrito para El Faro, ya que es ahí que salió publicado el trabajo de Carlos Dada, al cual se refiere este comentario. El artículo fue enviado al Jefe de Redacción de El Faro el día 6 de abril. No hubo, por parte de El Faro, ninguna respuesta.

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RicardoVaquerano
Jefe de Redacción
El Faro.net

San Salvador, 6 de abril, 2010
Estimado Ricardo:

te mando un artículo, para su publicación en El Faro, que somete a un examen crítico el trabajo de Carlos Dada titulado "Así matamos a monseñor Romero", publicado en El Faro.

Te quiero asegurar que no escribí esta crítica para afectar a Carlos Dada o al Faro, sino para aportar al debate sobre periodismo y sobre nuestra historia. El gran impacto que ha tenido el artículo de Carlos Dada, en el país y en los medios internacionales, muestra el gran interes que hay en la temática. En este sentido considero importante que los lectores de El Faro tengan acceso a un análisis crítico del trabajo que ustedes publicaron.

Como siempre hago con mis artículos en diferentes medios, después de su publicación colocaré este artículo en mi blog Siguiente Página. Pero quiero dejar a El Faro la oportunidad de mostar su apertura al debate y la crítica publicando esta nota y dando a sus lectores la oportunidad de formarse su propio juicio.

Te pido confirmación si El Faro va a publicar la nota, (y en caso que la respuesta sea positiva, en qué fecha).

Con cordiales saludos a todo el equipo de El Faro,

Paolo Lüers

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“Así matamos a monseñor” - ¿pero quién?


(San Salvador, 29 de marzo 2010)
Antes de entrar en el detalle y analizar el trabajo de Carlos Dada titulado “Así matamos a monseñor Romero”, tengo que hacer unas aclaraciones necesarias. Necesarias porque ya sé que me van a acusar de defender los asesinos de monseñor Romero. No se trata de defender a nadie. El asesinato de Oscar Arnulfo Romero es indefendible. Si me preguntan qué pienso sobre quiénes son los responsables de este crimen, digo: Mi opinión es que hay tantos indicios que involucran a Roberto D’Aubuisson que es casi imposible asumir su inocencia. Esto es un juicio político, basado en análisis histórico, no en base de testimonios o procedimientos judiciales. Si me quisiera ir por este lado, sobre todo luego de leer el trabajo de Dada, tendría que llegar a la conclusión: No se sabe quienes fueron, los testigos no hablan claro. Con los testimonios que consiguió Carlos Dada (y con la forma que los edita y presenta), el caso, en vez de quedar más esclarecido, queda más confuso. Es mi opinión también que ARENA, el partido que Roberto D’Aubuisson fundó, dirigió y llevó al punto de negociar y firmar la paz, debería asumir autocríticamente los errores y crímenes cometidos por varios de sus fundadores, en particular el mayor Roberto D’Aubuisson, durante los años que trataron de exterminar a la izquierda. Es mi opinión además que ARENA, en vez de seguir defendiendo o tratar de esconder o negar estos crímenes, debería analizarlos en su contexto histórico - ¡y condenarlos! El FMLN, por su parte, debería hacer lo correspondiente. Entonces, en este análisis no se trata de juntar argumentos para comprobar la inocencia de nadie. Se trata de descubrir que los datos que aporta Carlos Dada en su reportaje y en la entrevista a Saravia, tampoco comprueban la culpabilidad de las personas que aparentemente Dada quiere acusar: ni de Roberto D’Aubuisson ni mucho menos de los empresarios que Dada llama los “Miami Six”. Se trata de descubrir que el trabajo de Carlos Dada publicado en El Faro justo antes del 30 aniversario del asesinato de Romero, lejos de ser una pieza de periodismo investigativo, manipula los testimonios para que coincidan con los propósitos políticos y de mercadeo de su autor.

¿Quién habla? ¿Quién afirma?

El motorista salió del equipo de D´Aubuisson, bajo la supervisión de Saravia. Armado Garay, un ex soldado oriundo de Quezaltepeque, condujo al asesino frente a la puerta de la iglesia y después lo llevó a un lugar seguro. Garay -hasta hoy el único de los participantes en la operación que había dado su testimonio- vive en Estados Unidos bajo el programa de protección de testigos.

El tirador es salvadoreño, ex guardia nacional y era miembro del equipo de seguridad de Mario Molina. El 24 de marzo, de un disparo certero, acabó con la vida del arzobispo de San Salvador.

Así lo dice afirmativamente el periodista Carlos Dada. No dice: ‘Saravia dice que el motorista..’. o ‘Según Saravia, el tirador es salvadoreño...’

Quiere decir que Dada asume y reproduce como hecho parte de lo que le cuenta Saravia... Lo asume como verdad, como hecho comprobado. Si no, no lo podría contar así, en voz propia. Sin embargo, otras partes del testimonio de Saravia no sólo no los asume, simplemente los trata de ignorar. Son las partes que no confirman sus teorías.

Este es el problema en todo el reportaje. Sólo una mínima parte del lo publicado es entrevista, citando textualmente las declaraciones de Saravia. En la mayor parte -las partes más delicadas- uno no sabe quien narra, Saravia o Dada, el testigo entrevistado o el cronista. Dada publica un video con partes de las declaraciones de Saravia, pero no la grabación completa. Hay partes de la narración de Dada que se pueden confrontar con la grabación de Saravia, pero hay otras partes que no se pueden confrontar, porque no hay acceso a la grabación completa. Por ejemplo: el hecho que el tirador es ex-Guardia Nacional y miembro del equipo de seguridad de Mario Molina. En estos casos tenemos confiar en la rigurosidad de Dada – o dudar...

El papel de Eduardo Ávila Ávila

El capitán Eduardo Ávila Ávila les informa el plan: en esa misa será asesinado monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez. Ya todo ha sido coordinado con Mario Molina y Roberto d´Aubuisson.

D’Aubuisson no está en esa casa. Se ha ido el fin de semana para San Miguel, a descansar a la casa de la familia García Prieto. Les dará las órdenes por teléfono. Ávila les notifica primero que ya tiene al tirador: un miembro del equipo de seguridad de Mario Molina; sólo necesita un vehículo. Eso les toca a ellos. “Mario Molina nos mandaba a pedir un carro… que había que contactar a Roberto (d´Aubuisson). El Negro Sagrera se puso a hacer unas llamadas y averiguó dónde se encontraba. Le hablamos por teléfono. El Negro Sagrera me dijo: ‘Quiere hablar contigo’ . Le dije ‘mire, mayor, ¿y de qué se trata esto? A mí me parece raro que nos vengan a pedir un carro’. Las palabras de él fueron: ‘¡Hacete cargo!’. Bueno, está bien, mayor, lo vamos a hacer.

¿Quien cuenta este relato? ¿Quién sabe las cosas ahí relatadas? ¿Saravia o Dada? Por ejemplo (vea arriba), el hecho que el capitán Eduardo Ávila Ávila “les informa el plan: en la misa será asesinado monseñor Oscar Arnulfo Romero”. ¿Lo dice así textualmente Saravia? ¿O es una conclusión de Dada? No sabemos. Consultando la grabación publicada y editada, esta parte clave del relato no tiene respaldo.

Igual esta parte: “D’Aubuisson no está en esa casa. Se ha ido el fin de semana para San Miguel, a descansar a la casa de la familia García Prieto. Les dará las órdenes por teléfono.” ¿A quién le consta que D’Aubuisson “dará las órdenes por teléfono”? A Saravia, quien estuvo ahí, o a Dada quien recibe y parafrasea el relato de Saravia? ¿Qué parte es hecho, qué parte es conclusión?

¿Por qué Carlos Dada no se limita a publicar, textualmente, la entrevista?

“Hacete cargo” – o el papel de Roberto D’Aubuisson

Inmediatamente luego de relatar Dada la aparición de Eduardo Ávila Ávila, cambia nuevamente al tono original de su entrevistado, Saravia. Ahí Saravia relata una conversación telefónica con Roberto D’Aubuisson, en la cual este dice “Hacete cargo”. Sólo que, así como está editado el relato de Dada, no queda claro a qué se refiere esta frase del mayor. ¿Al operativo? ¿Al asesinato? ¿O a la entrega de un carro?

Consultando la grabación parcial que publica El Faro, escucho a Saravia diciendo: “Entonces, llegó el capitán Ávila enseñando el necronomio de que iba a dar misa monseñor Romero, y que ellos habían preparado algo para eso, pero que necesitaban un carro.”

Dada le pregunta: “Por eso, cuando él (Ávila) les dice ‘hemos preparado algo’, ¿quiénes son los...?”

Y contesta Saravia: “Se refiere completamente a Mario Molina que nos mandaba a pedir un carro. No sé qué, las palabras exactas de la reunión hace 30 años yo no me las puedo, verdad, pero yo lo que... que había que contactar a Roberto... ¿Sabés donde está Roberto? Yo no sabía donde estaba Roberto. Vino el Negro Sagrera y se puso a hacer unas llamadas. Y hasta averiguó dónde se encontraba. Le hablamos por teléfono. El Negro Sagrera le explicó a él lo que se trataba, y me dijo: ‘Quiere hablar contigo.’ Cuando yo hablé, le hablé a Roberto, le dije ‘Mirá, mayor, ¿de qué se trata eso?’, le dije yo. ‘A mi me parece raro que nos vengan a pedir un carro.’-‘¿Y que sólo el carro quieren?’-‘Sí, sólo el carro quieren.’-Entonces, me dijo este: ‘Dáselos, dales un carro’. No, no, no, las palabras de él fueron: ‘Hacete cargo.’

En otra parte de la entrevista –lastimosamente para el lector no es transparente si es la misma reunión u otra y en qué secuencia se dieron las declaraciones- Saravia dice a Carlos Dada sobre la participación de Roberto d´Aubuisson: “Me dijo: ‘Hacete cargo’. Hacete cargo de entregar el carro, pues. ¿verdad? Ahora, que a la larga, ¿sabe qué pensé yo? Esa fue una orden de matar, pues. ¿Verdad? Yo lo pensé. Yo lo pensé. Yo no sé ciertamente si D´Aubuisson se metió en ese asunto y el pendejo fui yo, que en todo estoy yo, sabiendo lo que sé y lo que le estoy contando quiero saberlo también, y si no me cago en la madre de D´Aubuisson yo. ¿Ah? Por lo menos tengo más…”.

Aquí hay tres versiones del mismo Saravia: la que ya citamos anteriormente, donde insiste que D’Aubuisson no le ordenó otra cosa que entregar un carro; una segunda donde reflexiona 30 años después (“a la larga, ¿sabe qué pensé yo? Esa fue una orden de matar, pues. ¿Verdad?”); e inmediatamente, arrepintiéndose, dice: “no sé ciertamente si D´Aubuisson se metió en ese asunto y el pendejo fui yo...”

La frase “Hacete cargo”, a partir de la publicación de Dada en El Faro, se hizo celebre. Fue reproducida en todas partes del mundo – lastimosamente, fuera del contexto.

Así se genera una versión supuestamente comprobada. En México, para poner sólo un ejemplo, el periodista salvadoreño Victor Flores publica en Milenium Semanal un largo artículo titulado “Así cazamos a los asesinos” sobre la investigación de Dada:

“Las entrevistas a tres de los cinco participantes en el magnicidio relatan por primera vez cómo fue que (...) Roberto d’Aubuisson (...) dio la orden de matar al arzobispo, acabando con 30 años de especulaciones. ‘Hazte cargo’, ordenó a su lugarteniente, el capitán Saravia (...) quien organizó el crimen.”

Nace una nueva leyenda... Días después sale repetida en el Washington Post. Ahra, para el mundo, es verdad. Una clásica operación de lavado de medias verdades...

Los “Miami Six”

Carlos Dada en El Faro: Según documentos desclasificados del Departamento de Estado de Estados Unidos, Daglio pasó los primeros años de la década de los 80s reuniéndose en Miami con otros empresarios ultraderechistas en un grupo denominado “Miami Six”, que financiaba operaciones ilegales del grupo de D´Aubuisson. Ese grupo se dedicaba al terrorismo: ordenaba asesinatos, secuestros y la colocación de artefactos explosivos, financiaba a los escuadrones de la muerte y tenía como objetivo destruir cualquier intento de reforma en El Salvador y acabar con todos los comunistas.

“Según documentos desclasificados del Departamento de Estado...” – eso puede referirse a toda clase de fuentes totalmente diferentes: desde una análisis elaborado por especialistas de inteligencia y aprobado por el Secretario del Estado, hasta una denuncia recogida, pero nunca sometida a verificación, que alguien ha hecho a algún oficial de la embajada en San Salvador. Puede ser la opinión de un actor de la política salvadoreña del 1980, transmitida por la embajada; puede ser resultado de un trabajo policial realizado en Miami. La cosa es que no se sabe.

No se sabe si Carlos Dada sabe. Si sabe de quién proviene esta información y qué grado de credibilidad tienen, Dada no lo revela.

Luego de hacer esta referencia a “documentos desclasificados del Departamento de Estado”, Dada sigue relatando, pero ya por sus propias pistolas, sin referencia a ninguna fuente: “Ese grupo (los Miami Six), se dedicaba al terrorismo: ordenaba asesinatos, secuestros y la colocación de artefactos explosivos, financiaba a los escuadrones de la muerte...”

Como no menciona ninguna fuente, es una afirmación que el autor, Carlos Dada, asume como conocimiento propio. Cómo llegó a este conocimiento, queda sin revelar. Esta afirmación lo podría hacer alguien que ha sido testigo de las reuniones de los tales ‘Miami Six’. Como Dada obviamente no era testigo, tiene que revelar que otras fuentes le permiten hacer esta afirmación que constituye una acusación seria.

Ya en el siguiente párrafo, donde revela con nombre y apellido quienes conformaban este grupo terrorista, Dada vuelve a referirse a los “documentos desclasificados’, nuevamente sin explicar de qué tipo de fuente con qué grado de conocimiento (directo o indirecto, basado en hechos observados o en conclusiones) se trata.

Muchos lectores del Faro se han dejado impresionar por esta parte. Sin analizar bien la metodología de Carlos Dada, se llevan la impresión que las entrevistas que Dada ha logrado con dos testigos-protagonistas (Saravia y Montenegro) han arrojado elementos nuevos sobre la supuesta autoría de los “Miami Six”. Sin embargo, ellos no aparecen mencionados en ninguna parte de las entrevistas, no han sido sujeto de ninguna investigación de parte de Dada. Entran al relato por asociación: Saravia cuenta que está en la casa de Daglio, y Dada dice: “El dueño casi nunca está. Roberto “Bobby” Daglio, un hombre de negocios y piloto aviador, pasa la mayor parte del tiempo en Miami, Florida. Abrir su casa a los grupos ultraderechistas es solo una de sus muchas maneras de apoyar la lucha anticomunista desde la distancia.” Entraron a la escena los “Miami Six”, sin elementos nuevos, sin investigación, por pura asociación. En el teatro se llama esta técnica: “Deus ex machina” – una técnica utilizada para referirse a un elemento externo que resuelve una historia sin seguir su lógica interna. Desde el punto de vista de la estructura de un guión, “Deus ex Machina” hace referencia a cualquier evento cuya causa viene impuesta por necesidades del propio guión, a fin de que mantenga lo que se espera de él desde un punto de vista del interés, de la comercialidad, de la estética o de cualquier otro factor, incurriendo en una falta de coherencia interna.

Carlos Dada lo llama periodismo investigativo.

La entrega del carro

Carlos Dada relata la entrega del carro (un VW Passat rojo) que Roberto D’Aubuisson había autorizado que prestaran.

Cuenta el encuentro en el parque del Hotel Camino Real, pero sin reproducir ni mencionar lo que Saravia dice en la grabación:

“Nosotros a las 4 de la tarde llegamos ahí, sin armas, no sabíamos la planificación, no sabíamos absolutamente.. yo en particular no sabía... ni el Negro Sagrera. Íbamos a entregar un carro.”

Esto coincide, aunque no con el relato de Carlos Dada, pero sí con el relato de Saravia sobre el encuentro anterior en la casa de Bobby Daglio. Según Dada, en esta casa Eduardo Ávila Ávila informa a Sagrera y Saravia “del plan de asesinar a Romero”. En la grabación de Saravia (por la menos la grabación accesible al público), no se dice nada tan explícito. Y en esta parte del Camino Real, Saravia reafirma que no sabía nada de ningún plan. “Íbamos a entregar un carro.” ¿Por qué Carlos Dada no incluye esta parte de las declaraciones de Saravia en su relato?

En seguida aparece otra contradicción entre los relatos de Carlos Dada y su fuente Saravia. Dada relata: Ambos carros se estacionan. Garay se queda en el Passat rojo y Montenegro en la Dodge Lancer blanca. El capitán Saravia y El Negro Sagrera se bajan a encontrarse con cinco hombres que ya están ahí, en una camioneta blanca.

Saravia lo relata de otra manera: “Nos parqueamos a esperar a que lleguen los que van... el equipo que ha planificado, digo yo... que ha conseguido el carro a través de Roberto D’Aubuisson, para ir a matar a monseñor Romero.”

¿Es importante la diferencia en las dos versiones? No sé. Pero me pregunto: ¿Cómo puede haber dos versiones, si Dada sólo nombra una sola fuente? ¿En qué otra fuente, que Dada no identifica, se apoya su versión que de las cinco personas que ya estaban esperando cuando llegaron Saravia, Garay, Montenegro y Sagrera? ¿Es la otra fuente Bibi Montenegro, quien más adelante en el relato de Dada cuenta la misma escena?

Lo que sí parece claro es porqué Dada, en su relato, no cita a su fuente Saravia en esta parte de los hechos. Porque en esta parte Saravia deja muy claro que ni él ni Sagrera ni D’Aubuisson tenían conocimiento del plan de asesinar a Romero. Según Saravia, lo que autorizó D’Aubuisson es la entrega de un carro. Y según él, esto es todo lo que hicieron.

Para estar bien claro: Yo no estoy diciendo que D’Aubuisson, Saravia y Sagrera no sabían del plan. No me consta. Sólo estoy diciendo que las declaraciones que Dada consiguió de Saravia, no comprueban que ellos conocían el plan y que eran parte de este plan. Y si en su relato Dada intenta crear esta impresión, se trata de sus conclusiones y no de un testimonio de un protagonista. El testigo protagonista (Saravia) se cuida perfectamente de no decir nada que lo implique en un potencial juicio...

La salida del Camino Real al Hospital Divina Providencia

Luego Dada reproduce el relajo que se arma sobre la cuestión si el motorista (Garay) iba a seguir manejando el carro en la operación, o no. Saravia es de la opinión que sólo iban a prestar un carro, no al motorista. Los demás insisten en que necesitan a Garay. Esta parte del relato de Dada termina así, citando a Saravia:

(Saravia) ...Entonces viene Garay y se va. Se van para la iglesia.

(Dada) -¿Y usted se queda ahí?

(Saravia) -No. Nosotros nos vamos a buscar la iglesia. Porque no conocía ni el Negro ni el Bibi ni yo dónde quedaba....

Pero en el video que publica El Faro el relato de Saravia va así: “...entonces viene Garay y se va. Se van para la iglesia. Garay no sabía. No sabía adónde iba. Ellos se van antes que nosotros..”

También esta parte, donde Saravia afirma que Garay no sabía adónde iba a conducir el carro, fue obviada en el relato de Carlos Dada. ¿Coincidencia? No sabemos si el video está editado, o si refleja la secuencia real y completa de las declaraciones de Saravia. O si el texto de las declaraciones del testigo es alterado en el relato de Carlos Dada. Este es precisamente el problema con este tipo de trabajos como lo presentó Carlos Dada: todo es editado. Lo mejor hubiera sido publicar enteramente y sin ninguna edición el testimonio de Saravia. Con las conclusiones suyas que quiera agregar, pero claramente separadas del relato-testimonio.

Bibi Montenegro

Carlos Dada cuenta nuevamente la llegada de los dos carros al estacionamiento del Camino Real, esta vez desde la perspectiva de Bibi Montenegro, el hombre que por casualidad “iba pasando” por la casa de Daglio y fue reclutado por Saravia y Sagrera a acompañarlos a una supuesta acción terrorista. Atrás, un hombre del que Bibi Montenegro había escuchado muchas historias, pero al que mira por primera vez: Álvaro “el Chele” Saravia. Este lleva las dos pistolas que siempre carga: una en la cintura, 45 gold K, y otra en el tobillo, la 380.

Aquí hay una contradicción que Carlos Dada ni siquiera menciona. Saravia le ha contado a Dada que no estuvo armado. Pero ahora alguien dice que “lleva dos pistolas que siempre carga”. ¿Quién es este alguien que le consta que Saravia “siempre carga” dos pistolas? No puede ser Bibi Montenegro, porque acaba de decir que “mira por primera vez” a Saravia. ¿Entonces, quién afirma que Saravia lleva dos armas?

Es perfectamente posible que Montenegro miente. Igual es factible que Saravia miente. Pero es extraño que el autor-entrevistador-investigador Carlos Dada ni siquiera menciona esta contradicción. ¿O hay un tercer testigo que cuenta lo de las dos pistolas, un testigo que Dada no menciona? ¿O es simplemente una conclusión de Dada, para que sea más convincente la tesis de Dada que Saravia y Sagrera y su jefe D’Aubuisson eran parte del plan y su ejecución? Para que pueda titular “Así matamos a monseñor...”

Pero, entonces, ¿de dónde saca la conclusión? Saravia dice que no andaba armado. Bibi Montenegro dice que es primera vez que ve a Saravia. Si Bibi ha dicho que “lleva dos pistolas que siempre carga”, necesariamente miente...

¡Que enredo! Y Carlos Dada ni siquiera menciona las incongruencias...

Pidiendo direcciones para ir al lugar del operativo

Después de hacer todo lo posible e imposible para crear la impresión que Saravia y Sagrera, bajo ordenes de Roberto D’Aubuisson, eran parte del plan y del equipo ejecutor para el asesinato del arzobispo, el relato de las dificultades de encontrar el lugar del operativo parece absurdo.” Los terroristas pidiendo direcciones para ir a matar...

En cambio, si Carlos Dada no hubiera suprimido o manipulado todos los elementos que más bien indicaron que Saravia, Garay y Sagrera no eran parte del propio plan operativo y del equipo ejecutor, sino que sólo habían aportado un carro y un motorista que sabía adónde iban, entonces podría ser un poco más creíble este relato de Saravia, además confirmado por Bibi Montenegro en otra entrevista de Carlos Dada...

Ambos cuentan que no sabían cómo llegar al lugar (la capilla del Hospital Divina Providencia) donde iba a ejecutarse el operativo. Cuentan que piden direcciones en la colonia Miramonte para llegar al lugar del asesinato.

Esto obviamente no coincide con lo que se sabe del método de operación de la estructura clandestina que Roberto D’Aubuisson había construido bajo la conducción operativa del MLN de Guatemala y su jefe Mario Sandoval Alarcón. Ni involucrar a un personaje externo y extraño (drogadicto) como Bibi Montenegro; ni hacer la entrega del carro en un lugar abierto como el estacionamiento del Camino Real; ni mucho menos no ensayar la ruta de acceso y de salida es congruente con el modus operandi de las estructuras entrenadas y dirigidas por personajes como Roberto D’Aubuisson y Mario Sandoval Alarcón.

Los testigos de Carlos Dada, en el fondo, dan elementos más bien para pensar que el grupo de D’Aubuisson no era parte del plan y del equipo operativo. Si los testigos, contando estas incongruencias, dicen la verdad, es otra cuestión diferente. Puede ser que simplemente no quieren involucrarse. Puede ser que mienten. Seguramente no dicen todo lo que saben, por más hamburguesas que les compre Carlos Dada.

Por muy incongruentes y contradictorios, estos son los elementos que Carlos Dada logró colectar. Esto es lo que Saravia, cuando contactó a Dada, quería contarle. Ni más ni menos. Es muy probable que miente, que esconde información. No sabemos qué tipo de beneficio busca este hombre, dando este tipo de declaraciones que aportan algunos elementos nuevos, pero ninguno que sirve para aclarar las dos preguntas que todo el mundo se hace: ¿Quién ordenó el asesinato de Romero, y quién lo ejecutó?

Al fin, con el testimonio que da a Dada queda establecido por Saravia que D’Aubuisson autorizó la entrega de un carro a un grupo operativo para un plan. Queda establecido por Saravia que la decisión de prestar a Garay como motorista del tirador no fue tomada por D’Aubuisson. Con las declaraciones que Saravia y Montengro dieron a Dada de ninguna manera queda claro si D’Aubuisson, Saravia y Sagrera conocían el plan y eran parte del equipo ejecutor.

Saravia aporta además la información que recibió 1000 colones de D’Aubuisson para entregarlos a un tipo que él (Saravia) dice que fue el tirador que mató a Romero - pero también dice que no sabe quién es. Cosa que parece poco creíble...

Carlos Dada, al fin, no tiene elementos ni siquiera para sostener el título de su relato: “Así matamos a monseñor Romero”.

Los personajes que Dada logra entrevistar, dicen exactamente lo contrario: que no mataron a monseñor. Y los que sí mataron a Romero, no se han dejado ni encontrar ni entrevistar por Carlos Dada.

¿Quiénes, entonces, son los que dicen “matamos a monseñor”? En el trabajo de Dada, lastimosamente no existen.

El informe de la Comisión de la Verdad

La Comisión de la Verdad ya había llegado en 1993 a la conclusión que Roberto D’Aubuisson había ordenado el asesinato de monseñor Romero. Los relatos de Saravia editados por Carlos Dada en el año 2010 confirman algunos de las afirmaciones hechas por la Comisión, pero contradicen otras. Lo interesante es que en el relato de Saravia, Roberto D’Aubuisson resulta mucho menos implicado en el asesinato de Romero que en el informe de la Comisión de la Verdad.

Dudo que haya sido su intención, pero lo que de hecho hizo Carlos Dada con su versión de los hechos, basados principalmente en el relato de Saravia, es sembrar dudas respecto a la autoría intelectual de D’Aubuisson constatada tan tajantemente por la Comisión de la Verdad.

Para mi, como ya dije en la introducción, Roberto D’Aubuisson carga con un alto grado de responsabilidad política y moral por el activar terrorista de los Escuadrones de la Muerte - independientemente de su grado directo de participación en la planificación y ejecución del asesinato de monseñor Romero. O sea, la culpa histórica de D’Aubuisson existe independientemente de las declaraciones (de todas formas cuestionables, contradictorias e interesadas) de figuras como Saravia. Y de los cuentos enredados y mal editados de Carlos Dada.

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