Estimados colegas:
todos queremos destapar la corrupción. Todos queremos mostrar que cumplimos nuestra misión de fiscalizar a los funcionarios públicos.
Lo que no podemos hacer es: para mostrar lo yuca que somos, pasarnos encima de hombres buenos, robándoles su honor y su buen nombre.
Si un funcionario sale señalado en un periódico como “vinculado a red de prostitución” --como le pasó ayer al subdirector de Migración, Pablo Nasser-- y el día siguiente la fiscalía declara que no existe ninguna investigación ni ningún indicio contra él, ¿quién le repara el honor? ¿Nosotros, los periodistas? ¿Los policías que filtraron la información y el nombre, sin haber realizado la más mínima investigación que les permitiera acusar a este funcionario? Nadie. La triste verdad es que nadie le repara el daño al hombre y su familia.
En la opinión pública de este país, que es sedienta de justicia y cansada de impunidad, hay que tener un especial cuidado a la hora de acusar en público a una persona. Porque el público siempre va a decir: ¡Al fin salió la verdad sobre los funcionarios corruptos! Aunque sea mentira, como en el caso de Pablo Nasser.
Ningún policía ni periodista le va a pedir disculpas a Pablo Nasser. Así como tampoco a mi amigo Raúl Mijango, a quien pasó lo mismo. Entonces, me permito hacerlo yo, a nombre de mis colegas. Pido disculpas a unos hombres que conozco como honestos y rectos.
Sean más cautelosos, queridos colegas. Les saluda Paolo Lüers
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