En un periódico digital encontré la siguiente frase suya: “Las causas primigenias, las que originan y reproducen la violencia, siguen siendo casi las mismas: el orden social. Vemos a estos jóvenes viviendo en exclusión, marginados de todo tipo de reinserción laboral digna, de inserción educativa.”
¿De veras? Y los cientos de miles de jóvenes que también viven en barrios pobres y siguen estudiando y superándose, ¿qué son? ¿Excepciones? No, señora, ellos son la regla, la mayoría, y los que se hacen pandilleros son la excepción, la minoría. No nos pinte un mundo al revés.
¿Cómo es eso que los jóvenes están marginados de todo tipo de inserción laboral digna? Y los docenas de miles de jóvenes que trabajan en la industria textil, o en la atunera en La Unión, o en los call-centers en San Salvador? ¿Su trabajo acaso no es digno? ¡Que insulto!
Estamos cansados de la permanente prédica que la violencia es consecuencia de la pobreza. Es un insulto a los que siguen estudiando y trabajando. Cuando alguien se hace pandillero, ha tomado una decisión personal. Nadie está condenado a ser delincuente. Y si alguien se esfuerza trabajando, también ha tomado una decisión personal.
Como centro académico no pueden simplemente repetir, como loros, el discurso del presidente. “Mientras se profundizaba la pobreza y la exclusión, mientras crecía la emigración, se expandía la violencia. No olvidemos que el mapa de la migración y el de la violencia son casi coincidentes”, dijo Funes en su cadena nacional del 23 junio 2010.
Por más que lo diga el muy presidente y lo repitan ustedes en la UCA, esta afirmación es falsa. En los últimos 20 años, la pobreza se ha disminuido y la delincuencia se ha disparado.
Y en toda la franja norte del país, donde hay mucha migración, casi no hay delincuencia. Ni en Chalatenango, ni en Morazán, ni en el norte de La Unión y San Miguel. Así que, señores académicos, no nos pinten el mundo de blanco y negro, en vez de investigar el fenómeno de la violencia.
Saludos, Paolo Lüers
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