Todos los gobiernos han negociado con los pandilleros, desde que a
finales de los años 90 su presencia comenzó a convertirse en una amenaza
a la seguridad ciudadana. Todos, sin excepción, y esto incluye al
ejecutivo actual. El gobierno de Salvador Sánchez Cerén,
independientemente de su discurso público y en el Consejo de Seguridad
Ciudadana, sigue negociando con los pandilleros. Y así lo hicieron los
gobiernos de Paco Flores y Tony Saca, muy a pesar de sus discursos y
prácticas de "mano dura". Y el gobierno de Funes, aun cuando el FMLN
controlaba el aparato de seguridad, antes de llegar al ministerio de
Justicia el general David Munguía Payes y a la dirección de la PNC el
general Francisco Salinas, hicieron varios intentos de pactar con
pandillas. Y así lo hizo el gobierno de Funes luego de que en junio 2013
Ricardo Perdomo llegara a sustituir a Munguía Payés como ministro de
Seguridad y anunciara el fin de la tregua.
Lo raro es que todos
aquellos que activamente buscaron pactos con las pandillas, trabajando
para distintos gobiernos de diferente tinte ideológico, en unísono
descalifican y condenan la tregua y el proceso de diálogo con las
pandillas. Además de raro, es hipócrita. Nadie condena los diálogos y
las negociaciones con pandillas, que todos los gobiernos, empezando con
el de Flores, hicieron con fines estrictamente electoreros - pero todos
condenan, en tono de indignación moral, el único intento de diálogo con
los pandilleros que no tuvo como fin beneficios electorales o control
social de uno u otro partido, sino que trató de generar un proceso
sostenible de reducción de la violencia. En el proceso que llamamos "la
tregua" por lo menos se establecieron métodos de intervención social que
lograron coartar cadenas de venganza e intentaron, con parcial éxito,
sustituir los métodos violentos de solución de conflictos entre
pandillas y entre pandillas y comunidades por métodos pacíficos, basados
en el diálogo y la mediación.
Nadie denuncia los esfuerzos de
los gobiernos y partidos de hacer pactos oportunistas con los
pandilleros, y que al mismo tiempo todos deslegitiman el único esfuerzo
de involucrar a las pandillas y su entorno social en la construcción de
soluciones que ataquen la marginación, la situación de los guetos y
otros factores estructurales que generan violencia. El esfuerzo de la
tregua puede haber cometido errores (la mayor parte debido a la actitud
pusilánime del presidente Funes, quien quiso sacar rédito político de
la drástica reducción de los homicidios, pero que no estaba dispuesto de
cambiar las prioridades de inversión social de su gobierno para hacer
este proceso sostenible), pero fue un intento sincero de abrir espacio
para soluciones integrales y sostenibles. Los mediadores nunca aceptaron
convertir este proceso en un pacto con los pandilleros, mucho menos con
tintes partidarios, para ganar elecciones o para usar a las pandillas
como instrumento de control social partidario. Es precisamente por esto
que monseñor Fabio Colindres y Raúl Mijango fueron sistemáticamente
apartados por el gobierno de Funes, cuando se acercaban las elecciones
presidenciales de 2014. El gobierno de Sánchez Cerén lamentablemente ha
continuado esta política de poner miles de obstáculos a la mediación
independiente, pero al mismo tiempo busca retomar el diálogo con las
pandillas con interlocutores propios y con fines partidarios.
El
presidente recientemente aseguró que facilitar la tregua fue un error
del gobierno de Funes, y que este error, al fin, fortaleció a las
pandillas. Pero al mismo tiempo, emisarios del partido FMLN y de las
instituciones de seguridad del gobierno están activamente tratando de
retomar el diálogo con las pandillas. Pero, de nuevo, con fines
electoreros, no en función de una estrategia de construir la paz. Con
una política irresponsable de promesas, por una parte, y amenazas y
chantajes, por otra parte, el gobierno del FMLN trata de construir
nuevos arreglos electorales. Una de las amenazas que usan para
extorsionar a los extorsionistas es el traslado de sus cabecillas a
Zacatraz. El mensaje es claro: Si las pandillas no ayudan al gobierno,
bajando en la época reelectoral sus actividades delincuenciales, y si no
ayudan al FMLN electoralmente en las comunidades, ejerciendo su control
social, habrá traslados masivos a Zacatraz.
Esta es una
extorsión. Y la extorsión es una forma específica de la negociación. Sin
embargo, tiene un problema serio: puede tener éxito a corto plazo, pero
nunca a largo plazo. Conseguir ciertos comportamientos de las pandillas
mediante una negociación/extorsión, es verdaderamente amoral y
sumamente peligroso, sobre todo cuando se hace con fines partidarios y
electoreros. En este contexto es positivo que las pandillas, en una
carta que el 17 de enero entregaron al Secretario General de Naciones
Unidas, durante su visita a la colonia IVU, rechacen este oportunismo y
declaren: "Como gesto de nuestra buena voluntad nos comprometemos que
las pandillas se van a abstener de interferir con el libre voto de los
ciudadanos, incluyendo en las comunidades donde tenemos presencia, en
las elecciones de alcaldes y diputados en marzo de 2015. Nuestros
miembros, nuestras familias y nuestras bases sociales van a hacer uso de
su derecho de votar, pero no van a usar su influencia en las
comunidades para beneficiar ni para afectar negativamente a ningún
candidato o partido."
Conclusión: Buscar pactos y arreglos con las pandillas es una aberración. Buscar el diálogo con ellas, es inevitable.
(El Diario de Hoy