Carta a los
partidos:
Estimados amigos:
Es imposible convencer a un chucho que
por más que mee a un poste nunca será suyo, y que cualquier otro perro le va a
orinar igual...
Tal vez sea igual con ciertos partidos
que no pueden superar su instinto primitivo de marcar territorio mediante la
pinta & pega.
Lo de los chuchos y los postes obviamente
es irracional. Es puro instinto animal. En cambio, de partidos políticos y
candidatos a alcalde o diputado se puede esperar cierta racionalidad. La
racionalidad dice que forrando todos los postes de la bandera de un partido o
pintarlos todos de rojo, anaranjado, azul, verde o tricolor no atrae ni un sólo
voto.
Si embargo, algunos partidos lo siguen
haciendo. Si no es para conseguir votos, ¿para qué lo siguen haciendo? Tiene
que ser algo más que el puro instinto animal que hace al chucho mear, todos los
días de nuevo, en todos los postes y árboles de su barrio.
¿Será que la insistencia de forrar los
postes de la ciudad con banderas partidarias tiene más en común con la cultura
de las pandillas que con los instintos animales? Los pandilleros marcan su
territorio con los graffitis en las paredes, y el mensaje es muy claro: “Aquí
mandamos nosotros; aquí no vale otra ley que la que nosotros imponemos; y quien
no la respeta muere...”
A esto se parece la actitud de algunos
líderes locales del FMLN de declarar “territorio liberado” sus municipios,
donde no pueden entrar los adversarios. Y si entran, que aguanten las pedradas.
Y si a pedradas no entienden, tal vez a balazo...
La única manera de evitar la violencia en
las campañas electorales es una ley clara y estricta que prohíba la pinta y
pega. Con sanciones penales para los activistas y multas sensibles para los
partidos. Punto.
Mientras esta ley no existe, los alcaldes
van a tener que aplicar sus ordenanzas, y los agentes del CAM se van a exponer
a un dilema injusto: o salen golpeados o salen enjuiciados por golpear a algún
activista...
El problema es: Los únicos que pueden
hacer esta ley son ustedes, los partidos. Y si no son capaces de llagar a
acuerdos de auto-regulación, ¿cómo llegan a consensuar una ley? A menos que al
fin la racionalidad se imponga sobre los instintos de chucho y la cultura
marera...
Saludos, Paolo Lüers
(Más!, El Diario de Hoy)