No me parece buena idea que el presidente de la República haya escogido El Mozote como escenario de la celebración oficial de los 20 años de la paz en El Salvador. Esta decisión demuestra que este presidente nunca ha entendido el carácter de la guerra salvadoreña, ni mucho menos el carácter de la paz negociada.
El Mozote en Morazán es el lugar símbolo no de la guerra como tal, sino de la genocida estrategia de tierra arrasada empleada por la Fuerza Armada. Sé de qué estoy hablando, porque fui de los primeros que llegamos a El Mozote luego de la masacre, a finales de diciembre del 1981. Hasta la fecha puedo sentir el olor a carne humana quemada que nos recibió. Y nunca se me va a borrar la rabia que sentí cuando comencé a tomar fotos de los niños asesinados. Por esto salté de alegría cuando años después el responsable de esta masacre, el teniente coronel Domingo Monterrosa, cayera en una trampa mortal que le tendimos los guerrilleros de Morazán.
Sí, El Mozote es un lugar símbolo. Pero para conmemorar los Acuerdos de Paz como Estado y nación (y no como representante de una de las fuerzas involucradas), El Mozote es el lugar menos idóneo. A menos que queramos transformar el 16 de enero de día de la paz y reconciliación en el día de denuncia contra las atrocidades de una de las partes beligerantes.
La decisión del presidente Funes de convocar el 16 de enero a El Mozote es como si un presidente de derecha hubiera convocado a celebrar los Acuerdos de Paz en la Zona Rosa en frente del lugar donde fueron asesinados 13 personas en un restaurante, a manos de un comando urbano del FMLN, convirtiendo el 16 de enero en “día de rechazo al terrorismo”...
Quiero entender que el 16 de enero sigue siendo el día de la paz, del reencuentro y de la reconciliación. Claro que podemos (¡y debemos!) este día hablar de las atrocidades cometidos en la guerra – pero ya no en tono de denuncia contra una de las partes, sino en tono de denuncia contra el fenómeno guerra civil que trae consigo barbaridades, violaciones de los derechos humanos, y sufrimientos de civiles.
Bueno, el actual presidente de la República decidió convocar para este 16 de enero a un “acto de desagravio” en El Mozote. Inmediatamente recibió de parte de un sector radical de la izquierda la advertencia de no llevar a ningún militar a El Mozote. Con el argumento que la presencia de militares podría ofender o perturbar a los familiares de las víctimas de El Mozote. Estos señores que se declaran voceros de las víctimas se olvidaron que muchos de los sobrevivientes y familiares de los masacrados de El Mozote terminaron combatiendo como guerrilleros. Incluso los que no tomaron las armas, aprendieron a vivir en medio de la guerra. Unos enfrentaron a los militares con los fusiles, otros les pusieron su cara como civiles. De todas formas, nunca aceptaron simplemente ser víctimas. Es prepotente y ahistórico pensar que “la presencia de la FAES en este importante acontecimiento no sería más que una forma de revictimizar la población de El Mozote”, como dice la carta de FESPAD y IDHUCA a Mauricio Funes.
Pero lo más absurdo de este debate que provocó la decisión del presidente dentro de la izquierda es esto: ¿Cómo se le puede ocurrir a alguien conmemorar los Acuerdos del 1992 conmemorarlos excluyendo una de las partes que hicieron la guerra y luego negociaron la paz? ¿Qué pasó con la sabia conclusión que en la paz salvadoreña no hubo vencedores ni vencidos? ¿No significaba esto que tampoco hubo culpables ni inocentes, condenados ni liberados de culpa?
Pero esta idea absurda de excluir de la conmemoración del la paz a la Fuerza Armada no sólo se les ocurrió a los voceros de organizaciones radicales. Aunque rechazó el reclamo hecho en la mencionada carta, a Funes tampoco se le ocurrió que la única manera digna para ir el 16 de enero a El Mozote sería hacerse acompañar del estado mayor de la Fuerza Armada, y también de los dirigentes del FMLN. Y en frente de ellos todos, y a nombre de ambos, como comandante en jefe de la Fuerza Armada y como primer presidente de la República electo bajo la bandera de la ex-guerrilla, hablar de las víctimas y las violaciones de derechos humanos de ambas partes beligerantes - y de la responsabilidad compartida de ambos para la guerra y la paz.
Funes respondió a la exigencia de no llevar militares a El Mozote con consideraciones sobre su seguridad personal, sus guardaespaldas y sobre si van vestidos de uniforme o de civil. Que pobreza moral. La única respuesta admisible, una vez que había decidido ir a El Mozote, hubiera sido decir: La Fuerza Armada, igual que la guerrilla, fue protagonista de la guerra y de la paz. Por tanto, como comandante en jefe ordeno al Estado Mayor de la Fuerza Armada a acompañarme cuando en El Mozote hable de la guerra, de los crímenes de guerra y de la paz. Y como presidente elegido bajo la bandera de la ex-guerrilla insisto que me acompañe la dirigencia del FMLN. Esto hubiera sido un “acto de desagravio”, ¡pero para toda la nación!
Si no tiene el valor de hacer esto, ¿cómo se le ocurre ir el 16 de enero a El Mozote?
(El Diario de Hoy)